Desde que empezaron los enfrentamientos entre rebeldes armados y fuerzas gubernamentales en el norte de Malí a principios de 2012, cientos de miles de personas se han visto obligadas a huir de sus hogares. Las hostilidades se han sumado a los males de la población civil, ya gravemente afectada por la sequía y la inseguridad alimentaria que prevalece en la región del Sahel. La situación se deterioró aún más en Marzo, cuando elementos de las fuerzas armadas de Malí llevaron a cabo un golpe de estado. El grupo rebelde tuareg, Mouvement National de Libération de l’Azawad (MNLA), y sus aliados islamistas aprovecharon esta oportunidad para declarar la secesión del norte de Malí. Sin embargo, los islamistas pronto abatieron al MNLA y tomaron el control de la mayor parte del norte, incluidas ciudades como Tombuctú.
Ya no hay servicios básicos para la población y se han reportado violaciones a los derechos humanos. Como resultado de la presencia de grupos fuertemente armados, el norte de Malí es en gran parte inaccesible para los agentes humanitarios. Esta situación provocó el desplazamiento interno de aproximadamente 204.000, mientras que más de 200.000 malienses han encontrado refugio en países vecinos como Mauritania, Níger y Burkina Faso. ACNUR ha tenido que aumentar drásticamente su presencia en Malí, Níger y Burkina Faso.
Una familia separada por la guerra es demasiado.
Manel Quiros